Si la Navidad gusta es por el ambiente, por la luz y el color de calles y plazas que animan a pasear por ellas. Gusta porque invita a recogerse en un lugar cálido cuando fuera hace frío, a compartir momentos con amigos y familiares ya sean éstos relajados, de conversación, o animados al sonido de villancicos y de instrumentos improvisados como la botella de anís.

La Navidad gusta, en definitiva, por el famoso espíritu navideño, por la ilusión que nos anima cada día pese a que, en algunos casos, es una fiesta para la nostalgia.

El espíritu navideño

El famoso Cuento de Navidad del célebre Charles Dickens nos hablaba de cómo el egoísta Ebenezar Scrooge fue invadido por el espíritu navideño tras ser visitado en la noche de Nochebuena por tres fantasmas: el de las Navidades pasadas, presentes y futuras. Scrooge se vio a sí mismo como lo que fue, era e iba a ser y, apenado y avergonzado por su actitud, reflexionó y decidió que era momento de intentar mejorar la vida de la gente de su entorno, ya fuera con pequeñas o grandes acciones.

Y es que el espirítu navideño no solo llena de alegría y optimismo a quien lo posee, sino que se contagia con facilidad. Trasciende lo religioso para convertirse en generosidad universal, en desear que todo el mundo tenga, al menos, unas felices Navidades.

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Los dulces de Navidad

En un tiempo de celebración, de alegría y de optimismo, todo aporta al mantenimiento de ese espíritu, desde nuestra forma de actuar a la de relacionarnos con los demás y, cómo no, a la de comer.

La Navidad también se caracteriza por mesas repletas de suculentos manjares como los dulces de Navidad, que empresas como la nuestra, E. Moreno, espera que todo el mundo pueda degustar. Los dulces, sí, también alimentan el espíritu.

Ejercer la generosidad es tan sencillo como ofrecer a quien visita nuestro hogar el sabor de mantecados, polvorones, mazapán, turrones, hojaldradas, productos bañados en chocolate…

Una bebida caliente, alguno (o varios) de nuestros dulces y una sonrisa, nada más sencillo para ayudar a mantener el espíritu, para invitar a proceder del mismo modo a la otra persona, para contagiarla.

Mantecados E. Moreno

El poder de los dulces de Navidad